La infidelidad por ambas partes fue una constante en este matrimonio que se divorció
en 1940 para volverse a casar en 1941. No tuvieron hijos, en 1932 Frida
sufrió un aborto que la hundió más en la desesperanza. Vivieron una
vida difícil de soportar para los estándares comunes de una pareja
sobrepasando los límites de lo convencional.
Las continuas infidelidades
de Rivera durante su relación con Frida la hicieron sufrir mucho, a
pesar de que ella presumía de una gran libertad de pensamiento y
desprejuicio. Al tiempo ella comenzó a pagar a Diego con la misma
moneda, pero redobló la apuesta. Ella le era infiel con hombres y con
mujeres. Ambos sabían de estas historias extraconyugales y ambos las
aceptaban, a pesar de las descomunales peleas entre los dos.
La clave de su matrimonio estuvo no solo en el amor, la pasión
física y los intereses políticos comunes. Frida y Diego se admiraban
profundamente, se respetaban como artistas y como seres humanos a pesar
de sus comportamientos controvertidos, ambos tenían "los mismos
códigos".

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